A Pablo, con cariño

La nota que recibí decía así:

Querido fraile:
Hola, me gustaría preguntarle ¿cuál fue el motivo que le impulsó a llevar una vida tan difícil y dedicada a un Dios que lo más probable es que no exista? Espero que no le ofenda mi pregunta, ya que ese no es el motivo de esta carta. Opino que podía usted disfrutar de la vida aunque tenga esas creencias, y ayudar a los demás igualmente.
Un cordial saludo.
(Firmado: Pablo)

Querido Pablo:
Nunca he considerado mi vida como “tan difícil”, no pienso que sea más difícil que la de tus padres, es más, sospecho que ofrece posibilidades que otros nunca tendrán, aunque también es verdad que un religioso renuncia a cosas que tienen gran importancia en la vida de las demás personas.

No pienses tampoco que yo, por ser fraile, disfruto de la vida menos de lo que pueda disfrutar de ella tu padre, tu madre, tú mismo. Uno no escoge ser religioso para disfrutar menos de la vida, sino para ser posiblemente más feliz.

Y vamos con tu pregunta: “¿Cuál fue el motivo que me impulsó a ser religioso?”

Si esta pregunta hubiese de responderla en los años de mi adolescencia, cuando ya estaba en el seminario y estudiaba para ser sacerdote, tal vez te hubiese respondido que quería ser misionero, tal vez que quería ser santo, tal vez que me ilusionaba ser como san Francisco.

Puede que la respuesta que dé hoy a tu pregunta no se aparte mucho de aquellas de la adolescencia. Soy religioso porque sueño un mundo de gente que se respeta, se quiere, es solidaria. Soy religioso porque los pobres necesitan de alguien que no sólo les dé algo, sino que les dé la vida entera. Soy religioso porque Dios es misterio y es una hermosa aventura acercarse a él. Soy religioso con la esperanza de ser más libre para servir a los demás.
En realidad, querido Pablo, yo, como tú, al elegir algo en la vida, lo que hacemos es arriesgarnos, soñar, buscar, ilusionarnos, luchar, construir el futuro.

También para ti ha de ser así. Escogerás una forma de vida, te enamorarás de una mujer, soñarás una familia, tendrás unos amigos y no otros. Y detrás de cada una de esas opciones habrá un sueño, un misterio, una aventura, un futuro que se te irá desvelando como rico de gozos y lágrimas.

Eso es la vida religiosa para mí: un sueño, una ilusión, un mañana que traerá lo imprevisible, un futuro que voy haciendo también con mi trabajo, un mundo en el que voy dejando algo de mí mismo, pobres a quienes amar, un Dios en quien descansar.

Y si tú me dices que probablemente ese Dios no existe, tampoco me voy a preocupar demasiado. Me quedarían siempre los pobres y el amor. Y es todo lo que necesito para ser feliz. De todas formas, continuaré descansando en Dios.

Un abrazo, querido Pablo. Y mil bendiciones.

Mayo de 2009.

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