Haití... otra eternidad es posible

"Estamos bien, pero el movimiento ha sido terrible... yo creí morir, me fui a la puerta y le decía a los otros que hicieran lo mismo... se cayeron algunas cosas... me pareció eterno".

Así relataba su experiencia del terremoto en la isla de Haití la hermana Nazareth Ybarra, misionera de Jesús-María.

Ella experimentó de esa manera el sentido de la eternidad: cuanto más el mal se acerca a lo absoluto, el tiempo, aunque breve, lo percibimos como más parecido a lo eterno.

Pero otra eternidad es posible: la de la paz y el bien, que la persona está llamada a experimentar como huéspedes permanentes de su tiempo presente.

Lo que el terremoto de Haití destruyó en la terrible eternidad de unos segundos, llevándose por delante la vida de miles de personas, eso mismo, con una eternidad de tiempo, sin muertos, con gozo de los pobres y gozo de Dios, pudo haberlo destruido antes el amor, el sentido común, la solidaridad, una política clarividente y justa con los hombres y mujeres más desfavorecidos del continente americano.

A nadie se le oculta que, de esa forma, no se hubiera evitado el terremoto que ahora conmueve los corazones, pero se hubiese evitado la humillación continuada de los pobres, la miseria a la que esos pobres se vieron sometidos siempre y sin remedio, y seguramente se habrían evitado también muchas, muchísimas, de las víctimas que hoy nos toca llorar.

Es hora de reconstruir y de consolar. Me dirijo a todos vosotros, para que, desde vuestra pobreza, compartáis con los pobres de Haití lo que os dicte el amor y os permita la necesidad. Pido a los responsables de la acción pastoral que se hagan colectas en todas las Iglesias de la diócesis, y que todo se canalice, a través de Caritas Tánger, hacia Caritas Haití.

Esta eternidad de sufrimiento, que han vivido nuestros hermanos pobres de Haití, la podemos transformar entre todos en una oportunidad de paz y de bien.
¡Otra eternidad es posible!

Enero de 2010.



0 comentarios:

Publicar un comentario