Evangelio, escándalos y pederastas

Podemos acudir al evangelio para poner bajo la luz de la fe los crímenes de pederastia. Pero no es aceptable que deformemos los dichos de Jesús para atribuirle pensamientos nuestros, por muy razonables que éstos puedan parecernos.

1.- El Señor dijo: “Y al que escandalice a uno de esos pequeños que creen en mí sería mejor para él que le encajaran en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar”.

2.- Puede que alguien haya visto en estas palabras de Jesús una maldición arrojada contra una determinada categoría de personas. Pero no lo son. Jesús amonesta, avisa, advierte, apercibe, que son otras tantas maneras de decir que ama. Eso sí, la seriedad de la admonición para prevenir el mal causado por el escándalo se puede establecer por la seriedad de la alternativa que se propone con tal de evitarlo.

3.- La admonición del Maestro sobre el escándalo no tiene como destinatario al monstruo de turno, en el caso, al odioso pederasta. Jesús advierte a todos, también a mí. En realidad, Jesús advierte, no tanto al que ya ha escandalizado a los débiles en la fe, sino al discípulo que siempre puede hacerlo.

4.- En los escritos del Nuevo Testamento, el verbo ‘escandalizar’ significa “dar a alguien el empujón que conduce a la pérdida de la salvación”. Este verbo no describe miedos de beata, sino responsabilidades de adulto. ‘Escandalizar’ significa “causar en los pequeños la apostasía de la fe, o en los más débiles el rechazo de la fe”. Es cierto que ese escándalo pueden provocarlo también quienes utilizan a los niños como material de boutique erótica; pero es igualmente cierto que apostasía y rechazo de la fe podemos causarlos muchos de los que alegremente aplicamos sólo a otros las palabras de Jesús.

5.- Para hablar de los que escandalizan, podía referirme a explotadores de pobres, a fabricantes de muertos, a repartidores de hambre, a mercaderes de drogas, de sexo o de armas; podía referirme a políticos, a periodistas, a jueces, a maestros, a padres que han renunciado, cada uno en su ámbito, a las propias responsabilidades. Me bastará, sin embargo, con referirme a mí mismo, pues yo puedo apartar de la fe a los pequeños que creen, y puedo cerrar el camino de la fe a los que están llamados a creer. Puedo escandalizar con hechos y palabras, y puedo engañarme a mí mismo pensando que no habré de dar cuenta ni de mis obras ni de mis hermanos al Señor. No quiero referirme a nadie más que a mí, aunque tampoco dejaré de amonestar a los demás, con la esperanza de que cada quien se examine a sí mismo.

6.- Por último he de recordar que Cristo murió por los pecadores, también por los pederastas.

El amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, es amor que a todos se ofrece y que a todos pide alcanzar, también a los pederastas.

Y esta afirmación no pertenece a la exégesis sutil de la Escritura, sino al corazón mismo del evangelio.

Sólo el amor tiene la llave para salvar al hombre y cerrar el infierno.

Junio de 2010.

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