El amor y el tiempo

Si la ambición mueve al hombre para que coma el fruto del árbol prohibido, el hombre descubrirá que lo hecho no se puede deshacer, que ha comido pesares y angustias, que se ha ausentado del sueño, y que todo ha sido en vano, porque su tiempo se acaba: el hombre ha comido sólo su muerte.

Pregúntale a Macbeth, y te lo dirá: “El mañana y el mañana y el mañana avanzan a pequeños pasos, de día en día, hasta la última sílaba del tiempo recordable; y todos nuestros ayer han alumbrado a los locos el camino hacia el polvo de la muerte… ¡Extínguete, extínguete, fugaz antorcha! ¡La vida no es más que una sombra que pasa, un pobre cómico que se pavonea y se agita una hora sobre la escena, y después no se acuerda más…; un cuento narrado con gran aparato por un idiota, un cuento que nada significa!” (La tragedia de Macbeth, escena V del V acto).

Como las brujas se desvanecen en el aire, el mañana será enterrado mañana mismo en la tumba del ayer.

La ambición, partera del engaño, siente el terror del tiempo, experto enterrador de ilusiones y mentiras.

Sólo el amor, sólo un instante de amor, arrebata a los límites del tiempo la dicha que el hombre puede dar y recibir.

Julio de 2009.

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