La pancarta


En la gran pancarta se leía: “TODOS SOMOS MARTA”.

Pensé en el posible significado de aquella afirmación. Yo mismo me hallé incluido en aquel “todos”. Pero yo no era la niña Marta vejada y violada y asesinada; yo no era tampoco la niña Marta buscada en el río, y nadie removía por mí el vertedero de Alcalá de Guadaira. Tal vez aquella pancarta quería ser un signo de solidaridad con Marta, con su vida, con su adolescencia, con su intimidad, y entonces también yo iba detrás de la tela, aunque no se me viese en la manifestación. Tal vez con aquella frase sólo se quería expresar la comunión de cada uno de nosotros con el sufrimiento de una víctima; y esto es siempre cuestión de humanidad.

Luego imaginé otra manifestación con otra posible identificación: “Todos somos Miguel”. Y tuve la certeza de que yo también era portador de esta pancarta. Sólo que esta vez las letras eran más pequeñas, como si tuviesen pudor, y las palabras de mi confesión sólo las oía el corazón, como si yo las pronunciase con mucha vergüenza.

En esta inusitada manifestación de solidaridad y comunión, agarrando la tela con las dos manos, doblada la espalda como si en ella llevase el peso de una vida, me pareció ver a un hombre llamado Jesús de Nazaret.

Marzo de 2009.

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