En comunión se vive... La comunión se pide

La comunión se pide, como se pide una gracia.

A la comunión eucarística, como al misterio de Dios, uno se acerca con la confianza que da la palabra del quien invita, y con el temor que nace de la conciencia que se tiene de la propia indignidad.

Esa comunión se pide y se recibe en la Iglesia, sencillamente porque es el pan de la Iglesia, el pan que ella presenta, el que ella bendice, sobre el que ella ora, por el que ella da gracias, el que ella consagra, el que ella muestra, el que ella parte y reparte, el que ella recibe, el que ella come, del que ella vive.

La comunión eucarística presupone a su vez la comunión eclesial. De los hijos de la Iglesia, como de los hijos de Dios, se ha de entender lo que dice el evangelista: “No nacen de linaje humano, ni por impulso de la carne ni por deseo de varón, sino que nacen de Dios”. La comunión eclesial se pide porque viene de Dios, se realiza por la acción del Espíritu Santo en la vida del creyente, se cuida y se guarda con la oración y el santo temor de Dios, se fortalece con la escucha de la palabra de Dios, y tiende a consumarse en la comunión eucarística, comunión de todos en la unidad Cuerpo de Cristo.

La comunión eclesial, como la eucarística, es compañera de camino de la humildad de corazón, es compasiva, atenta a la necesidad de todos, y de modo muy especial solícita en mirar por los débiles, por los que pueden perderse sencillamente porque yo, el fuerte, los escandalicé.

Por tanto, basta ya de juzgarnos unos a otros; mejor será que adoptéis por criterio no poner obstáculo ni escandalizar a ningún hermano”. El apóstol Pablo lo dejó escrito hace dos mil años, y bueno será que lo recordemos, lo meditemos y lo practiquemos.

Empecemos por comulgar con los cuatro millones de parados que el sistema nos ha dejado en el año que termina, con los cien mil abortados que sin miedo a exagerar podemos predecir para el año que comienza, con las cien mil mujeres que vivirán en este año la fría soledad del aborto: tal vez entonces se nos suelte la lengua para hablar de Cristo con algo de sentido, y podamos llamarnos cristianos con algo de verdad.

Feliz celebración de la Epifanía. Feliz comunión con Cristo el Señor.

Enero de 2010.

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