Antes de
entrar en la liturgia del triduo pascual, la Iglesia , reunida en torno al obispo, celebra la Misa crismal. En ella, el
obispo consagra el Santo Crisma, y bendice los óleos con que han de ser
fortalecidos los catecúmenos y los enfermos.
Para entrar en el misterio de estos
signos sacramentales, fíjate en el que es la verdad de todos los sacramentos,
vuelve los ojos al Ungido, y guarda en el corazón lo que veas en ese espejo de
tu propio misterio que es Jesús de Nazaret.
Observa
quién lo ha ungido. Lo dice el profeta: “El Señor me ha ungido”. Lo
proclama Jesús en la sinagoga de Nazaret: “Él me ha ungido”. Esto es lo
primero que has de guardar dentro de ti: Es Dios quien ha ungido a Jesús; y es
el Dios de Jesús el que te unge a ti como lo ungió a él.
¿Cómo fue
ungido? Jesús fue ungido con la efusión del Espíritu Santo. Así lo había dicho
el profeta: “El Espíritu del Señor está sobre mí”. Y Jesús lo
declaró cumplido cuando dijo: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de
oír”. Él fue ungido con Espíritu Santo, y con el mismo Espíritu son ungidos
los que son de Jesús, los que forman su cuerpo que es la Iglesia.
¿Para qué
fue ungido? El profeta había dicho: “Para dar la Buena Noticia a los
que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la amnistía a
los cautivos”. Y el evangelista lo entendió así: “Para dar la Buena Noticia a los
pobres”.
Con ser
grande el misterio al que nos hemos asomado, no pienses, sin embargo, que lo
hemos agotado, pues aún has de nombrar los dones con que Dios enriquece a
aquellos a quienes unge, pues, ungida tú, Iglesia santa, como Jesús, y unida a
tu Rey y Señor, eres un pueblo de reyes, unida al Sumo Sacerdote de la nueva
Alianza, eres un pueblo de sacerdotes, unida a la Palabra de Dios hecha
carne, eres un pueblo de profetas.
Si puedes
decir con Jesús, “el Espíritu del Señor está sobre mí, me ha ungido, me ha
enviado a dar la Buena Noticia
a los pobres”, ya sabes cuál es el misterio del crisma y de los demás óleos
sobre los que el obispo pronuncia oraciones de consagración y de bendición: Son
signo del Espíritu con que Dios nos unge, y memoria permanente de la misión que
Dios nos confía.
Has sido
ungida, con el signo de los sagrados óleos, con la verdad del Espíritu Santo,
para ser enviada por tu Dios con la Buena
Noticia a los pobres.
Sin el
Espíritu de Dios que te envía, y sin los pobres a los que eres enviada, quedaría
sin sentido el misterio de tu unción.
Feliz comunión con el Ungido.
Fr. Santiago Agrelo Martínez, arzobispo
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