En eso de no creer, todos eran Tomás, y con todos hubo de ser condescendiente el amor que para todos quería la vida.
El
que por ellos había bajado hasta lo más hondo de la condición humana, ahora
muestra heridas que la divinidad ya había cicatrizado, y que el amor
condescendiente abre de nuevo para que se pierdan en ellas las dudas de Tomás.
El
Señor que por nosotros se había hecho siervo, la Palabra divina que por
todos se había hecho palabra, súplica, lamento humano, ahora pide de comer, no
ya porque él lo necesite para su vida, sino porque nosotros lo necesitamos para
la nuestra.
Condesciende
con nuestra debilidad el que nos ama, y come para que a nosotros nos alimente
la fe, nos habite el Espíritu de Dios, acojamos la paz que viene del cielo, y
nazcan de Dios para la vida eterna los que habían nacido de la voluntad del
hombre para la muerte.
Hoy
somos nosotros los que, movidos por la fe, nos acercamos a Cristo resucitado,
al Amor condescendiente, al Buen Pastor de nuestras vidas. Ya sólo nos queda
admirar y amar a nuestro Redentor, “aunque es de noche”, bendecir y agradecer a
nuestro Salvador, “aunque es de noche”, alegrarnos con nuestro Señor, “aunque
es de noche”. “En paz me acuesto y en seguida me duermo, porque tú solo, Señor,
me haces vivir tranquilo”, “aunque es de noche”.
Feliz domingo.
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