Nosotros

Mi hermana pobre de santa Clara me escribía: “Y nosotros cristianos, ¿a quién nos estamos vendiendo?, ¿dónde está el evangelio de Cristo?

Leí su mensaje. Observé que primero decía “nosotros”: Ella y yo, también los demás cristianos. Y sólo después se preguntaba: ¿a quién nos estamos vendiendo?, ¿dónde está el evangelio de Cristo?

Donde mi hermana decía “nosotros”, se señalaba a sí misma, no como un profeta que denuncia, sino como un pecador que se confiesa. Ella decía “nosotros”, y la memoria del Ave María adjuntaba en aposición al pronombre el sustantivo plural “pecadores”.

Con mi hermana pobre de santa Clara, también yo me pregunto “¿a quién nos estamos vendiendo?, ¿dónde está el evangelio de Cristo?

Algo me dice que ese “¿a quién nos estamos vendiendo?”, aun siendo sólo pregunta de pecador a pecador, lleva en el verbo resonancias de antiguas palabras proféticas: ¿con qué nos estamos prostituyendo?, ¿con qué nos estamos contaminando? La tierra que Dios ha querido morada digna del hombre, nosotros la profanamos con hambres que no causa el destino sino el egoísmo, con sangres que no derrama la naturaleza sino la voluntad del hombre, con muertes que no lloramos sino que provocamos.

Algo me dice que aquel “¿dónde está el evangelio de Cristo?” es invitación apremiante para que “nosotros” –tú y yo, también los demás cristianos- sigamos de cerca de Cristo Jesús y pregonemos con él de parte de Dios la buena noticia: “Se ha cumplido el plazo, ya llega el reinado de Dios. Convertíos y creed en el evangelio”.

Pero aún añadiste, hermana mía, un último “nosotros”. Te preguntabas, como quien lamenta una ausencia: “Y nosotros los franciscanos, ¿dónde hemos escondido a Francisco y a Clara?” Sólo puedo decirte y decirme que allí estarán ellos donde esté para “nosotros” el santo evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Espero que sea en nuestro corazón.

Julio de 2010.

0 comentarios:

Publicar un comentario