“Me buscáis, no porque habéis
visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros”. Habían comido,
había sobrado, y todo por nada, sencillamente porque alguien, al verlos, había
multiplicado el pan y les había dado de comer. En realidad, se les había dado
un signo por el que, desde el conocimiento del pan multiplicado para ellos por
Jesús, llegasen al conocimiento del Pan que les daba el Padre del cielo.
Es fácil, demasiado fácil,
confundir la búsqueda de Jesús con la búsqueda de nuestros intereses, de
nosotros mismos.
Cuanto más deseable sea la
búsqueda y más fácil la confusión, más necesario se hace el discernimiento para
que el interés egoísta no ocupe en nuestra vida el lugar que corresponde al
Señor.
Si has visto los signos que hace
Jesús, creerás en él, escucharás su palabra, comulgarás con él. Si has visto sus
signos, te acercarás a él por la fe, fundamentarás en él tu esperanza, te
unirás a él por el amor. Si has visto, creyendo, esperando, amando, habrás
entrado en un mundo nuevo, un mundo en el que un Pan bajado del cielo es
alimento de la multitud, un Pan que a todos da vida eterna y a todos los vuelve
pan para la mesa de los pobres.
Si habéis visto signos, buscaréis
a Jesús “como busca la cierva corrientes de agua”; lo buscaréis con sed
animal, con sed del alma, que es un fuego que abrasa lo más profundo del ser.
Si habéis visto signos, buscaréis el Pan del cielo, no por saciaros sin o por
daros, no para protestar contra Dios sino para perderos en Dios, no por temor a
la muerte sino por amor a la
Vida.
Si todavía no has visto, pide el
milagro de ver.
Feliz domingo.
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